20.8.10

Todo esto es pa´ que el tiempo se congele

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¿Cuándo la lectura o el acto de escribir, o la creación, el eureka en la construcción de un texto, adquieren una dimensión lúdica? Sobran los motivos para experimentar. Mi amigo, el Ale V., a veces me cuenta cómo eran las dinámicas que usaba en sus talleres literarios y que bien podrían ser materia de estudio para el desarrollo de la creatividad. En otro lugar, la coincidencia me presenta a una mujer que entusiasma, entusiasmada, al contar de qué se trata el folklore “popular”: algo así como la danza antes de haberse convertido en danza, la libertad en los movimientos del cuerpo, respondiendo sólo a impulsos genéticos y culturales, sin más reglas que eso. Agarro la vereda que me lleva rápido a la espera de Fabio, y por verme tan distante me persigno distraído cuando cruzo la avenida por la senda peatonal. General Paz y Dean Funes, Iglesia Santo Domingo. Pero falta todavía un rato para el encuentro. Me siento en algún lado y abro cualquier página del libro que el Ale V. me regaló, y me recibe con un texto:


Poema del (con) daño irreparable

Un daño en mi sistema límbico me ha traído esta bronca permanente
y el hipotálamo me ordena que le arranque los ojos al primero
que cruce desde enfrente hasta esta acera (todavía mía)
Intento controlarme pero brotan de a miles los gruñidos rabiosos
y con la mala suerte que me caracteriza, el primero en cruzar
es un anciano dulce que le pelea a un chupetín de frutas
con sus dientes postizos.
El daño irreversible se hace cargo del cuerpo (que todavía es mío)
comanda las zancadas de mis piernas hacia el frágil abuelo
y sin insultos ni advertencias ni amenazas de muerte ni miradas
mi mordisco le busca los globos oculares que asoman tentadores
pero el viejito logra meter su chupetín (de frutas, ya lo dije)
en mi mordisco.
Y está rico, muy rico.
(El núcleo ventromedial del tálamo está sano: me siento satisfecho)
Me invade una tranquilidad emocional
que desecha mis actos anteriores
y no sólo mi rabia hacia el anciano se ha extinguido,
además le agradezco!
Sin titubear, me parte su bastón en la cabeza para que le devuelva
el chupetín de frutas y sus dientes postizos. Milagrosamente me cura.
Ya no siento aquella ira irremediable
proveniente de un daño de mi sistema límbico.
Luego veré qué hacer con los dientes postizos
una vez que termine el chupetín (todavía mío)
Sólo me restará marchar urgente al neurocirujano
para que me acomode las astillas del bastón en el cráneo
y extirpe este poema de mis próximos libros.



Le comento a Fabio de la Cumbre en San Juan y la búsqueda de encausar el tiempo a la que se atreven los Date Permiso. Algo importante va a pasar con ellos. Charlamos de los acontecimientos que nos atraen, los amigos, los planes, y llegamos al Jueves Maldito. Pero antes de bajarnos del auto hace que le preste atención y me lee el mejor relato que escuché en mucho tiempo, algo en lo que está trabajando. La historia condensada por un caldo de ideas, convergiendo. Animándose. Con ese tono libre de forma, que además es una forma de decir las cosas, donde las palabras también juegan.
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