29.9.13

Tiembla y más

Al costado de la ruta hay una casa

Ventanas que se abren, que son ventanas
donde el paisaje se detiene
con el paso del tiempo.
Hacia el horizonte
el viento empuja los pastizales
se recuestan en su lado débil
pero no llegan a caer.
La sombra que baja de las nubes
tapa la mitad del campo extendido
aunque de a poco, al fin
la tarde se abre nueva y despejada.
Sobre esa astronomía
se escucha, sola, todavía,
la caricia última del mundo:
un gran golpe en el silencio de los gritos,
un silbido interminable y en diley.



Tiembla

Hay imágenes que en ella
pasan rasantes. La impactan.
Su cuerpo tiene la temperatura
de una piedra al sol. Una piedra
al costado del río, llegada ahí
por voluntad de la creciente.
Otras noches
es un caballo de carrera
que ruge
sobre la recta final.
Pero la recta es ahora
una línea transparente
entre el sueño y la vigilia,
y en el sueño la llegada es eso
que no alcanza a distinguir.
No distingue si está despierta
o está dormida. No distingue
las caricias de los golpes
en la superficie de su piel.
No distingue si está desnuda
o está vestida, corriendo
por un campo verde
sin saber quién es.




Una mañana sigue a otra después de madurar en oscuridad y noche
y eso mismo pasa hoy viernes veintitrés de enero a las seis en punto

Afuera,
los minutos van menguando la luz del alumbrado público
y el cielo parece
querer aplastarse en la tierra.
La lluvia cae
sobre cada rincón del campo
donde el verano ya no es
de este pueblo.
Pero llegará después
el día en que el viento
se disuelva con su temporal
en algo más definitivo.
Mientras tanto, adentro,
cuerpos horizontales se desparraman
boca arriba o boca abajo
y la casa respira el sueño
de cada uno de los que duermen.

*****

los tres poemas fueron publicados en el libro Habitar el Grito, en el año 2012.