Si me dieran a elegir un momento de estas últimas horas del año, volvería al camino de noche yendo hacia el Festival de la Navidad Criolla en Guasapampa. Ruta larga de tierra pedregosa y asentada, monte adentro, noche de estrellas en brillo punzante por el cielo oscuro, redondo y abierto. Recurría de a momentos el ir silbando para mis adentros el hermoso Santito de los cantores, grabado hace poco por Las voces de Gerardo López. Los tripulantes íbamos ensayando en la cabina del auto esas nuevas formas de mostrar el folclore, con teorías que se enmudecieron sólo cuando la luna a medias, apenas salida, hinchada, parecía írsenos encima para quitarnos por un rato el pensamiento. Antes de llegar a Cruz del Eje, un mensaje en el celular me invitó a estar al mismo tiempo en la astronomía de otra pampa y su geografía por descubrir, al azar de la voluntad. La hoja de coca empezó a llenar de coplas a las bocas de los viajeros y el viento caluroso nos sirvió de aliento bagualero para recordar el carnaval, como otra forma de esperarlo hasta su desentierro, brindar por los nacimientos y por todo aquello que se va.