25.9.10

martín existe ese lugar

……El último veintiuno hubo una gran cantidad de personas ocupando la tarde del río frente al Pan de Azúcar, dándole la bienvenida a la nueva estación y viendo los espectáculos organizados por la Municipalidad. En el momento final subió Edu Vásquez a la consola con su Mac y el software de ocasión. A esa altura el sol se ponía a la mitad por detrás del horizonte y el aire estaba refrescando. Si bien no eran muchos los que bailaban, el dj se daba lugar para desenrollar una tanda de mixes que electrificaban a cualquiera. Tunch-tunch-tunch-tunch-tunch…… /……Después de mucho que pasó me instalé de nuevo toda una tarde en el recorrido de las salas del beatport, sólo para descubrir de los fragmentos de mixes ofrecidos cuáles son los que valen la pena descargar. Entre el dos mil seis y el dos mil ocho vivía conectado en forma permanente porque me había dejado seducir por el tecno y el tech-house, y eso era en parte algo incontrolable, estaba sumergido en la búsqueda experimental del sonido de las máquinas y me sentía convencido de que a los djs locales les estaba pasando algo muy similar. Las pistas más valientes del mainstream se jugaban por el trance, el progressive, el minimal, pero siempre volvían a lo tech. Durante ese período logré aprender a percibir, con alta sensibilidad, toda aquella fidelidad que tiene cada ramificación de la electrónica. Tal es así que al escuchar los primeros beats de un tema me nacía de forma natural descifrarlo en detalle. Sin embargo de algo estaba seguro: para nada me interesaba el electro-house…… / ……Un sábado hubo una fiesta en la isla de los patos, que programaba cierta dosis de explosión a cargo del set de Martín Huergo. La noche anterior me había parado lo que duró las horas al lado de la cabina de Rinza, para verlo mezclar con el traktor3 y poder pillar algún truco: los bpm de la session de a poco subían con sutileza, pero a medida que pasaba el tiempo la fuerza de los golpes hacía sacudir más a los cuerpos. Huergo nos metía a todos en el costado más pegadizo de las bandejas. El sonido estaba limpio, fungido por los beats galopantes que de a cuatro, ocho, dieciséis y treinta y dos tiempos iban encallándose en la marea de los movimientos de los que bailaban. Y cuando el mix descanzaba y solo se acolchonaba sobre la nube transparente y maleable de una especie de viento onírico, empezaba otra vez a elevarse, sin parar, hasta llegar a lo que parece siempre el punto máximo y no, porque entonces revienta otra vez en golpes de bajo con secuencia y ley de sintetizadores. Pero esa vez en la isla de los patos iba a ser todo diferente. Ya no tenía disfrute. La explosión había sucedido, aunque a una escala distinta……