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Opinar sin conocer sería muy fácil e irresponsable. Suponer, también. Es que pareciera ser que la verdad se va manipulando en la información que pasa de uno a otro y según el medio concreto. Por tal motivo, la sensación al tratar de investigar en forma neutra e independiente un episodio en la historia como el que sucede con la desaparición de López, es casi la misma que la de estar en un desierto. Es así toda vez que mientras unos apuntan al Gobierno, otros lo hacen en dirección a elementos residuales de la dictadura. Pero en definitiva, para el sistema jurídico, la única verdad es la que surge del expediente y quienes deben desentrañarla son los jueces.
Ahora bien, sin dudas lo terrible es el hecho, la desaparición misma, sumado a la falta de certezas que existe respecto a ello. Esta situación demuestra que un nuevo Jorge Julio López puede ser cualquiera en un país como el nuestro, y eso es inaceptable, sobre todo dentro de un régimen democrático. Y aún más terrible es la desidia frente a un hecho que todavía sigue impune porque, en ese sentido, la situación se vuelve una llama cada vez más estéril a medida que pasa el tiempo.
Frente a este estado de cosas cabe preguntarse, como ciudadano, cuál es el deber y responsabilidad que le toca a uno. ¿Qué se espera del gobierno y los medios? ¿Qué se espera de la justicia? ¿Qué se espera de uno mismo? Porque en cada caso habría que actuar con responsabilidad y en consecuencia.
Martín Maigua
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(variaciones en torno a la desaparición de Jorge Julio López)
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